domingo, 26 de agosto de 2012


Soy una viciosa obsesiva de tus cuentos, me encanta escucharlos en cualquier momento, e incluso a veces me introduzco en ellos, vivo tus historias, soy la protagonista de ellas, la marioneta del guionista, me muevo de un lado a otro sin rumbo fijo, pues no hay un destino perenne. Mi corazón ha pasado a ser un órgano idiota, es manco y ciego, y creo que también mudo.
En cuanto al paisaje del cuento, es un infierno fatal del que nunca podré prescindir, de no ser que el príncipe se convierta en rana de nuevo.

Sin salida ni remedio.

Y es que llorar en silencio duele más, callar y dejar que todo suceda, ponerte la música en un volumen en el que te perfore los tímpanos, pero es que hay veces que hay que dejar que sean las lágrimas las que hablen, porque son las que dicen las palabras más sabias sin necesidad de abrir la boca, sólo para respirar; Pero creo que puedo prescindir del oxígeno y sustituirlo por la música el Rock.
Es irónico, el Rock es el culpable de mis lágrimas a la vez hace de pañuelo para limpiarlas, es la droga crucial para tener un sentido vital por el que seguir, vivo en un enganche rutinario consistente en escuchar y sentir, sólo se basa en eso, es un estilo de vida a mi manera.
La parte negativa es que sólo yo soy capaz de entenderlo, por eso cada vez me encuentro más hondo en este agujero, que es mi vida.
El Rock, el que me introduce dulcemente al caos más devastador, que se proclama en mi alma.
Mi mejor amigo, el que me comprende con solo un "play", y mi mayor enemigo cuando se trata de intentar salir de él.
Tiny Rock On